Ficus talado y arrancado. Alicante

sábado, 8 de octubre de 2016

El Rapto de Europa escultura en Nerja de Aurelio Teno. 1986


Cahorros de río Chillar (Nerja). Senderismo acuático.


Ya está a la venta en Amazon el libro "Reseña historica de la puebla de Nerja. De Ramón Fernández Palmeral. Historia de Nerja. 120 páginas


Hipotético Castillo Alto de Nerja.


Mapa del Reino de Granada, de 1795


Moneda con escarabajo de Frigiliana.


Este collar prehistórico de la cueva de Nerja, me fascina.


Epuipo de fútbol Betis-Florida. Alicante




viernes, 7 de octubre de 2016

Monedas de la Edad Media en España

La Moneda Medieval en España
La moneda en el Reino Hispanovisigodo
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la economía de los reinos bárbaros se caracterizó por la escasa circulación de moneda, la cual dejó de ser el instrumento más común para los intercambios. A menudo se vio sustituida por el trueque y ni siquiera actuó como medida del valor de los bienes económicos pues éste se expresaba a través de elementos de uso y consumo frecuente, como el modio (medida equivalente a unos ocho kilos) o la oveja.
La poca moneda que circuló imitaba los modelos imperiales. En oro se acuñaron solidi (sólidos o sueldos) y sus divisores, los tremises, pero se trataba de piezas más toscas que las romanas. La moneda de plata se acuñó en las mismas condiciones de escasez y degradación pero, a diferencia del oro, se destinó principalmente al tráfico mercantil interior de Occidente.
Moneda del rey Tulga, hallada en Recópolis, Guadalajara
En la España visigoda la base del sistema monetario fue el tremis, equivalente a la tercera parte del sueldo de oro, la moneda fuerte bizantina. Desde mediados del siglo VII, la ley de los tremises fue cada vez más baja y a comienzos del VIII apenas entraba oro en la aleación. Junto a las monedas de oro, siguieron circulando las siliquae de plata de origen romano.
En los primeros tiempos de la monarquía hispano-goda, las acuñaciones se hacen con la efigie del rey, imitando a los sueldos y tremises bizantinos. Pero a fines del siglo VI, Leovigildo rompió con esta tradición y procedió a poner su nombre en las monedas, lo que supuso la aparición de una moneda visigoda propia. Se adoptaron nuevos tipos, apareciendo el nombre del rey por primera vez, así como un retrato de perfil de éste, siempre de carácter esquemático y muy simple. Además se grabó la Victoria y el nombre de la ceca, en este caso, Toledo.
Moneda de Leovigildo
Recesvinto incluyó la Santa Cruz y situó la imagen del príncipe heredero en el reverso, en un intento de mitigar los problemas de sucesión derivados del sistema electivo de la monarquía visigoda. Con Chindasvinto el retrato del heredero pasó al anverso, apareciendo las dos cabezas de perfil y unidas.
La moneda en Europa durante la Alta Edad Media
La España cristiana experimentó a partir del siglo X, tras el período de decadencia monetaria que siguió a la invasión islámica, un renacer del sistema monetario gracias a la influencia ejercida por carolingios y los mozárabes llegados de Al-Andalus.
Al principio se carecía de moneda propia por lo que se utilizaron dírhemes de plata islámicos, llamados denarios argénteos. Es probable que las primeras acuñaciones castellanas y aragonesas nacieran ante la negativa de los reinos de taifas a pagar parias.
A mediados del XI surge una moneda de Fernando I en la que aparece su busto de frente y "Spania" como leyenda, en el anverso, y una cruz con la leyenda "Fernad Rex" en el reverso. Con Sancho III y Alfonso VIII se introdujo el castillo como tipo heráldico. En Aragón, aparecieron las primeras monedas propias con Sancho Ramírez: el dinero jaqués y la meaja.
Dinero de Sancho Ramírez de Aragón
La moneda en la Plena Edad Media: siglos XI-XIII
Desde el siglo IX al XI surgen en Europa las acuñaciones feudales al margen de la real, tanto de la nobleza eclesiástica como de la seglar. Este fenómeno, que tuvo su máximo desarrollo en Alemania y Francia, supuso la existencia de una gran variedad de monedas en cuanto a formas y calidades, aunque solía aparecer representado en ellas un busto condal o episcopal, un santo o un monumento.
En los reinos cristiano hispánicos, por el contrario, no existieron monedas feudales y los reyes mantuvieron el derecho exclusivo de acuñar moneda. No obstante, en ocasiones concedieron privilegios de acuñación a catedrales y otras instituciones religiosas, para que lo invirtieran en obras.
Mancuso de Sancho Ramírez de Aragón
Por otra parte, desde fines del siglo XI, Europa occidental conoció un proceso de expansión económica. El uso cada vez más intenso de la moneda es un indicador de ese crecimiento que permitió superar la economía de autoconsumo y trueque que había marcado al período anterior. La expansión mercantil fue paralela al aumento de los metales disponibles debido a la puesta en funcionamiento de nuevas minas, como las de Freiberg, los Vosgos, el Jura o los Alpes orientales. A ello hay que añadir las remesas que proporcionaba el régimen de parias en la España cristiana o los beneficios obtenidos en las primeras Cruzadas. Además, la circulación monetaria fue acompañada de otras manifestaciones: la aparición de la figura del cambista, las operaciones de crédito, las taulas o bancos, la usura, etc.
Durante los siglos XI y XII continuó la primacía del dinero de plata en toda Europa, si bien se utilizó el oro musulmán, cuyos dinares, llamados "besantes", fueron imitados.
El auge de las actividades comerciales hizo que se redujeran pesos y módulos ante la cada vez mayor necesidad de metal. Además, permitió que surgiese, en el siglo XIII, un sistema monetario propio, independiente del de Bizancio y el mundo árabe, basado en tipos monetarios nuevos: el gross o matapán, y el ducado o el florín, que marcaron la pauta a seguir en la mayor parte de los estados europeos.
En la Corona de Aragón, tras diversas experiencias, acabó imponiéndose como moneda a fines del XIII el diner barcelonés, moneda de plata llamada popularmente croat, verdadero símbolo del empuje económico catalán. No obstante, desde 1272 también circuló el gross en Cataluña. En Mallorca, Jaime II introdujo moneda propia, los reials doblencs, reials senar o sencillos y menuts. Valencia tuvo moneda propia desde 1247, los reals de Valencia, que pervivieron hasta la acuñación del florín en los distintos estados de la Corona de Aragón por Pedro IV.
En la Corona de Castilla, desde el siglo X, habían circulado piezas musulmanas e imitaciones suyas, pero a partir del siglo XII se acuñó moneda de oro propia, aunque dentro del sistema del dinar almorávide y de la dobla almohade.
Maravedí de época del reinado de Alfonso VIII de Castilla
Alfonso VIII (1158-1214) emitió en Toledo dinares que conservaban el peso y la ley del modelo árabe pero que introducían su nombre y la cruz. A estas monedas se las denominó dinar, mitcal, morabetino o maravedí. A partir del reinado de Alfonso XI se acuñaron dineros cornados y novenes, equivaliendo un maravedí a diez dineros novenes y seis cornados. Bajo los nombres de dineros pepiones, burgaleses, prietos y maravedís de plata se acuñaron también monedas de este metal. Además, Pedro I instauró el real, cuyo papel en la numismática española ha sido excepcional.
La moneda en la Baja Edad Media: siglos XIV y XV
La moneda del siglo XIV se caracterizó por la crisis de la plata que hizo que las monedas de este metal conocieran una continua devaluación.
Gran Dobla de Pedro I de Castilla y León. Museo Arqueológico Nacional
El arte gótico ejerció un notable influjo sobre el diseño de las monedas. Así, aparecía la imagen del rey con cetro, espada o escudo, de pie bajo un pórtico gótico o sentado en un trono de alto respaldo.
En Castilla, se conserva una dobla de Enrique IV en la que se le representa sentado en un sitial gótico, con prendas de ceremonia y un león a sus pies.
Ducado de Juan II de Aragón
En la Corona de Aragón, además de moneda jaquesa, croats, dineros y óbolos, reales de oro y de plata y mallas de vellón, se acuñaron florines de oro introducidos por Pedro IV. Frente a la influencia que ejerció el florín en la moneda de oro aragonesa, en Castilla se continuó con la dobla como moneda base. Enrique IV puso en circulación piezas de oro muy puro procedente de África llamadas "enriques" o "castellanos", equivalentes a 435 maravedíes. En cuanto a la plata, se acuñaron reales, llamados "cruzados" y "coronas" y Enrique II creó las blancas. Los tipos presentaban el busto del rey, sus iniciales, castillos, leones, enmarcados en orlas, a veces polilobuladas.
A principios de siglo XV la moneda todavía presentaba características medievales: delgados cospeles, influencia del gótico en los tipos... No obstante, los nuevos tiempos se pueden observar en el creciente peso que fue adquiriendo el retrato, en la ampliación del módulo de las piezas que permitía un mejor tratamiento de los tipos y en el abandono del vellón, que dejará paso al cobre.
Doble castellano "Excelente" de oro. Reyes Católicos
Los Reyes Católicos inauguraron en España la moneda moderna. No obstante, a pesar de la unión con Castilla, Fernando II continuó las emisiones propias de Aragón.
En oro se acuñaron el doble castellano, el castellano sencillo y el medio castellano; en plata el real. El doble castellano, al que se denominó "excelente" llevaba en el anverso la efigie de ambos soberanos sentados, con sus nombres y títulos, y en el reverso el águila de San Juan y la leyenda "Sub umbra alarum tuarum protege nos Domine". Los reales de plata llevaban el águila sosteniendo el escudo real de Castilla y en el reverso el de Aragón y Sicilia.
Estas piezas se mantuvieron hasta la Pragmática de Medina del Campo de 1497 en la que se contenía la nueva normativa sobre moneda. Los monarcas trataban de unificar la moneda de oro en todos sus estados: se implantó en Castilla el ducado de origen veneciano, que era la moneda más extendida de la época en Europa y que se acuñaba en Aragón y Valencia desde 1483. Esta fue la única medida de unificación acometida en el ámbito de la economía.
El ducado castellano, de un oro muy puro, fue muy pronto llamado "excelente de la granada", equivalente a un ducado veneciano o a 375 maravedíes. A su lado siguieron figurando el real (34 maravedíes) y la blanca (1/2 maravedí). En cuanto a los tipos, los ducados de oro llevaron los bustos reales coronados y afrontados y la leyenda "Fernandus et Elisabet Dei gratia Rex et Regina Castelle et Legionis" y en el reverso el águila de San Juan sosteniendo el escudo real con Granada en la punta y con la leyenda "Sub umbra…". en cuanto a las monedas de plata, el real llevaba la leyenda "Fernandus et Elisabet Rex et Regina…" con el escudo ya citado y en el reverso el yugo y las flechas. El medio y el cuarto real llevaban el yugo por un lado y las flechas en el otro, y el octavo la F y la Y coronadas.
En cuanto a las monedas de vellón y de cobre, siguieron circulando las blancas de época de Enrique IV y a partir de 1479 los monarcas acuñaron las suyas propias.
La moneda en Al-Andalus
La prohibición islámica de representar figuras hizo que los tipos de las monedas fuesen de carácter religioso pero basados únicamente en inscripciones que se distribuían en el centro y en la orla. La más común fue la profesión de fe ("No hay otro dios sino Alá") y la misión profética de Mahoma en la orla ("Mahoma es el enviado de Allah").
En Al-Andalus siguieron circulando tremises visigodos hasta que se adoptó el sistema de Abd al-Malik hacia el 723. Con ello se inició una intensa labor de acuñación, sobre todo en plata. Las primeras piezas carecían del nombre de los emires pero sí llevaban la fecha y el lugar de la ceca, que será siempre Al-Andalus, aunque la ciudad donde se acuñaban era Córdoba. La acuñación de oro se reservó al califa de Oriente, del que el emirato de Córdoba dependía.
Monedas califales del gobierno de Abd al-Rahmán III. Museo de Cuenca
Pero la progresiva independencia política acarreó una hispanización de las monedas, prácticamente total a partir del Califato de Córdoba, con Abd al-Rahmán III, cuando se produce un cambio en las leyendas: se mantiene en el área I la profesión de fe y la inscripción de fecha y ceca, pero se sitúa en el centro del área II el nombre del califa con el título de imán y la misión profética de Mahoma en la orla. Los dinares serán de un oro de excelente calidad, dado el control del oro centroafricano, por lo que se convirtieron en base de la economía del Occidente europeo, con quien Al-Andalus mantenía importantes relaciones comerciales. Los cristianos, incluso, lo imitarán, dándole el nombre de "mancusos".
Monedas califales del periodo de Alhaquén II . Museo de Cuenca
En época de los reinos de taifas la calidad de la moneda empeoró mucho, llegando a emitirse dinares de cobre dorado así como dírhemes de vellón que, en ocasiones, sólo llevaba un veinte por ciento de plata. El primer monarca al que se conoce la acuñación de moneda fue Mochehid de Denia. Aunque algunas emisiones mantuvieron el nombre del califa, fueron muchos los reyes de taifas que grabaron su nombre en la moneda. Se multiplicaron las cecas, siendo las que más cantidad de moneda acuñaban las de Zaragoza y Valencia.
Dobla nazarí. Museo de segovia
Los almorávides lograron una nueva unidad monetaria en Al-Andalus a fines del siglo XI. Su sistema monetario se basó en un dinar equivalente a diez dírhemes al que los cristianos llamaron "morabetí". Los almohades introdujeron la dobla, moneda de oro que se convirtió en la base de su sistema monetario. Tenía el peso de dos dinares (4´6 gramos), de ahí su nombre. Las inscripciones se enmarcaban en recuadros y los dírhemes tomaron también forma cuadrada. La dobla almohade se extendió a partir del siglo XIII por los reinos cristianos, donde fue conocida también como mazmudina, y perduró hasta la toma de Granada.