Ficus talado y arrancado. Alicante

viernes, 14 de mayo de 2021

Chema Madoz. Galería Elvira González. Colpisa

 


Chema Madoz retrata la fragilidad en tiempos inciertos y entra en la tercera dimensión

-El fotógrafo incluye su primera escultura en una muestra con imágenes inéditas realizadas en los dos años de pandemia

En un paso consecuente con su obra, el fotógrafo Chema Madoz (Madrid, 63 años) entra en la tercera dimensión. Incluye una escultura entre la treintena de imágenes inéditas que muestra hasta finales de junio en la galería Elvira González de Madrid. La incertidumbre y la fragilidad que ha evidenciado la pandemia se filtran en unas imágenes realizadas entre 2019 y 2021, con burbujas atravesadas por alfileres, castillos de naipes andamiados, una escalera hecha de columpios, una oreja coronada de espinas o un zapato/ataúd que deja ver unas piernas.

A caballo entre el azar y la reflexión, Madoz sigue explorando con su humor surrealista los múltiples significados poéticos y ocultos de los objetos que retrata. Como siempre, lo hace en blanco negro, aunque esta vez hay una doble excepción que además de color aporta volumen. Una chimenea de salón que toma la apariencia de un teatro gracias a una cortina roja iluminada cenitalmente y que es la primera escultura de Madoz.

«Todas mis imágenes tiene cierta calidad escultórica y teatral, de modo que dar este paso tiene lógica» dice uno de nuestros fotógrafos más internacionales y apreciados. «Las fotos no son un mero registro; elevan el objeto a otro estatus y ocurre lo mismo con esta chimenea, que convierte algo doméstico en espectáculo», añade. «Es la mirada del otro la que enriquece tu trabajo», asegura.

«Aquí prima una idea de incertidumbre, de fragilidad que refleja el momento en que vivimos, aunque mi intención no era trabajar sobre la pandemia», dice Madoz de unas fotos que abundan en su peculiar y sugestivo juego con los objetos que inició en los años noventa y en el que nunca ha cejado. «Para mí es más fácil expresar esa fragilidad con objetos que con humanos», asegura un maestro de la fotografía que apenas ha realizado algún retrato. «El personaje es para mí un terreno movedizo; el del objeto es mucho más concreto», se justifica.

En su ilusionismo fotográfico es relevante el humor, «que se hace más necesario que nunca y se agradece en estos momentos», y que combina «con la reflexión y el azar». «Mis imágenes son casi siempre deudoras de la reflexión, pero me alío con el azar que siempre aporta algo», agradece.

Como es habitual, tanto la muestra como sus cautivadoras imágenes carecen de título. «Es un ejercicio que tiene que ver con el respeto a la inteligencia del espectador, a quien no hay que dar más pistas que las que proporciona la imagen. Las fotos invitan a una lectura personal que me permite apropiarme de otras maneras de mirar», señala el autor de unas fotos que cuestan entre 3.000 y 16.000 euros.

«La promiscuidad para mí reside en el objeto, no en la mirada. El objeto tiene un facilidad espacial a la hora de interrelacionarse con otros objetos. A partir de esa promiscuidad surgen conceptos o ideas, que para mí es la particularidad de descubrir algo que estaba escondido o latente», concluye.


CHEMA MADOZ. LA NATURALEZA DE LAS COSAS Y SU ECO EN LA COLECCIÓN

Fecha:
Del 16 de enero al 2 de mayo de 2021
Lugar:
Planta primera

[English version below]

"Ajeno a las clasificaciones habituales, Chema Madoz subvierte las reglas de la naturaleza, dejando vagar su imaginación. Despliega su fantasía y funde los reinos animal, vegetal y mineral, dando lugar a un reino propio en el que transforma hojas, ramas, nubes, maderas, plantas, flores, piedras… ofreciendo las combinaciones más inesperadas.

Unas veces lo hace cambiando la función de los elementos de la naturaleza, como cuando una pareja de guindas simulan los pesos de una balanza o las mariposas se convierten en las flores de un jarrón. Otras haciendo asociaciones insólitas, como cuando las hileras de caligrafía japonesa se convierten en las ramas colgantes de un sauce llorón, o las nubes en la copa de un árbol. En otras, juega con la semejanza, como cuando asocia las hojas de la planta denominada comúnmente costilla de Adán y una mano con los dedos desplegados.

Chema Madoz se complace en trastocar la realidad, porque a pesar de su apariencia sólida e inalterable, una mínima variación puede hacernos conscientes de la fragilidad de aquello que nos rodea. A lo largo de los años, esas variaciones introducidas en los objetos —un campo fértil e inagotable para el artista— nos han hecho ver otras realidades, han expandido nuestro conocimiento e incluso nos han hecho esbozar una sonrisa al identificar o intuir sus mecanismos, porque, como él mismo señala, «toda manipulación está a la vista del espectador». De ahí que sus imágenes nos resulten extrañas en un primer momento, pero familiares y fácilmente identificables en cuanto detenemos nuestra mirada en ellas y reconocemos sus juegos, sus guiños, sus combinaciones, sus alteraciones. Con Chema Madoz nos convertimos en espectadores activos de su obra, en cómplices cuando opera en nuestra mente el mismo mecanismo que le ha llevado a él a darle la vuelta al significado habitual y utilitario del objeto.

Pero a lo largo de su carrera, Chema Madoz no solo ha trabajado con el objeto. Una mirada atenta nos hace descubrir la gran importancia que cobra la naturaleza en su trabajo y la cantidad de obras que le ha inspirado. Ahora bien, el artista opera con los elementos de la naturaleza de la misma manera en que lo hace con los objetos, buscando asociaciones, parentescos y encuentros fortuitos, realizando pequeños desplazamientos, combinaciones, yuxtaposiciones, metamorfoseándolos.

Hay imágenes sumamente evocadoras, como la de las notas musicales que penden de las ramas desnudas de un árbol o el paisaje de montañas arenosas que transporta una maleta. Pero en sus manos, la naturaleza también puede ofrecer un carácter agresivo, como la rosa que se transforma en un objeto punzante al potenciar sus espinas ganchudas o las hojas afiladas de una planta atravesando otra hoja más liviana. En ocasiones, al situarlos en un escenario distinto, también los objetos se convierten en elementos de la naturaleza: los tiestos haciendo las veces del tronco de una palmera, o los prismas convertidos en un bodegón. Y también opera de forma contraria, convirtiendo elementos de la naturaleza en objetos: el cubito de hielo convertido en un objeto de regalo, los lápices componiendo una hoguera; o cambiando la naturaleza de las cosas: unos cantos rodados semejan un cactus y la caracola una flor.

Chema Madoz trabaja con los elementos de la naturaleza, al igual que lo hace con los objetos, de todas las maneras posibles y a veces la sorpresa proviene simplemente del cambio de función de los objetos (un dedal convertido en una maceta). Como un mago que realiza milagros, Chema Madoz abre nuestra mente a un conocimiento más hondo de las cosas y de la realidad que nos circunda, haciéndola más compleja, expandiéndola y profundizando en ella.

La exposición de Chema Madoz que ahora acoge el Museo Patio Herreriano es una buena oportunidad para conocer el trabajo del artista madrileño y de situarlo en una suerte de genealogía. Se establece un diálogo con artistas de la colección del Museo, con los que comparte una sensibilidad semántica y estética. Así, a las fotografías de Madoz se suman las imágenes de los objetos deconstruidos y recompuestos de Ángel Ferrant o el material escultórico de Joan Brossa y Perejaume. Cobran especial significación en este contexto las fotografías de Ángel Ferrant que documentan los objetos que mostró en las Galerías Syras de Barcelona a principios de los años treinta y que más tarde, no contento con su resultado, destruyó. Estas fotografías delatan un interés por el comportamiento de elementos heterogéneos que se encuentra en una esfera próxima a la de Chema Madoz. No es menos conocida la relación del fotógrafo con Joan Brossa, a través de la tensión entre los objetos y las ideas que también cultiva, con similar aliento poético, Perejaume".

Oliva María Rubio
Comisaria  de la exposición

Chema Madoz: The nature of things and its echoes in the collection

Foreign to the usual classifications, Chema Madoz subverts the rules of nature and lets his imagination wander. He deploys his fantasy and fuses the animal, vegetable and mineral kingdoms, giving rise to a realm of his own in which he transforms leaves, branches, clouds, wood, plants, flowers, stones... coming up with the most unexpected combinations.

Sometimes he does this by changing the function of the elements in nature, such as when a pair of cherries simulate the weights on a scale or butterflies become flowers in a vase. At other times he makes unusual associations, like when the lines in Japanese calligraphy become the hanging branches of a weeping willow, or the clouds on the top of a tree. Still other times, he plays with similarities, such as when he associates the leaves of the plant commonly called Adam’s rib and a hand whose fingers are spread out.

Chema Madoz enjoys altering reality, because despite its solid and unalterable appearance, a slight variation can make us aware of the fragility of what surrounds us. Over the years, these variations introduced into objects – a fertile and inexhaustible field for the artist – have made us see other realities, expanded our knowledge and even made us smile when we identify or sense what he is doing, because, as he himself points out, “all manipulation is in the eyes of the viewer”. This is why his images seem strange to us at first, but familiar and easily identifiable as soon as we stop to look at them and recognise their interplay, their nods and winks, their combinations and their alterations. With Chema Madoz we become active viewers of his work, accomplices when the same mechanism operates in our minds that has led him to turn the usual and utilitarian meaning of the object upside down.

And yet throughout his career, Chema Madoz has not only worked with objects. An attentive look reveals the great importance that nature has in his work and the amount of pieces that have inspired him. However, the artist operates with the elements of nature in the same way as he does with objects, seeking associations, kinship and fortuitous encounters, producing small movements, combinations and juxtapositions, metamorphosing them all.

There are highly evocative images, such as the musical notes hanging from the bare branches of a tree and the landscape of sandy mountains carried in a suitcase. In his hands, nature can also show an aggressive trait, like the rose that transforms itself into a sharp object by strengthening its hooked thorns and the sharp leaves of a plant piercing another lighter leaf. Sometimes, when he places them in a different setting, objects also become elements of nature: pots serving as the trunk of a palm tree, and prisms turned into a still life. It also works the other way round, turning elements of nature into objects: the ice cube turned into a gift, the pencils composing a fire, or by changing the nature of things: some pebbles resemble a cactus and the shell a flower.

Chema Madoz works with the elements of nature, just as he does with objects, in all possible ways and sometimes the surprise comes simply from the change in the objects’ function (a thimble turned into a plant pot). Like a magician who performs miracles, Chema Madoz opens our minds to a deeper knowledge of things and the world around us, making it more complex, expanding and deepening it.

The exhibition by Chema Madoz now housed in the Patio Herreriano Museum is a good opportunity to get to know the work of this artist from Madrid and to locate it in a sort of genealogy. A dialogue is established with artists from the Museum’s collection, with whom he shares a semantic and aesthetic sensitivity. In addition to Madoz’s photographs, there are images of the deconstructed and reconstructed objects by Ángel Ferrant and the sculptural material by Joan Brossa and Perejaume. Of particular significance in this context are Ángel Ferrant’s photographs documenting the objects he showed at Galerías Syras in Barcelona in the early 1930s and which he later destroyed, not content with the result. These photographs reveal an interest in the behaviour of heterogeneous elements found in a sphere close to that of Chema Madoz. No less well known is the relationship between the photographer and Joan Brossa, through the tension between objects and ideas that Perejaume also cultivates with a similar poetic impulse.

Oliva María Rubio
Exhibition curator

 

Colpisa

2013 © COLPISA

Josefa Valcárcel 40bis

28027 Madrid (España)