Esta montaña con forma de dinosaurio acostado, tendido de cansancio es la
vista que tengo desde la ventana en mi despacho donde escribo en mi ordenador,
donde tengo mi biblioteca, y mis recuerdos, es la montaña que cada mañana veo
con los reflejos dorados del amanecer, es mi alegría y mi privilegio ver por la
venta la naturaleza.
La alegría de estar vivo la que me impulsa a vivir. Por ello le he llamado mi montaña sagrada de Foncalent. Igual que el nevado monte Fuji en el Japón, aunque mi montaña no tiene florida nieve en la cumbre, sino de diamantes, surgido del centro de la tierra. Estuvo debajo de mar por la abundancia de fósiles existentes y por encima navegaban ballenas y los defines hace millones de años.
Sé que hay otras montañas sagradas existentes y muchos otros lugares de La Tierra, pero no igual que esta maravilla. Pero la de Foncalent en Alicante es la mía, la que se ve desde cualquier parte de Alicante. Tiene un "Manu" un alma humana un espíritu que me da alegría.
Y siempre está ahí, tendida, dócil, cuidándonos como si sus hijos alicantinos fuéremos sus plantas, flores, corales, hijos, o no sé qué fuerza magnética tiene que para mí es sagrada. Nunca tiene el mismo color, unas veces es dorado, otras gris, y siempre guarda sobre sus lomas las puestas del Sol. Y otras veces se oculta en la niebla como una doncella para envolver con velos su bello rostro.
Colecciona crepúsculos, atardeceres como si fueran estampas mágicas y únicas.
Ramón Palmeral
14-05-2020
Desprendimietno en la cumbre.
La alegría de estar vivo la que me impulsa a vivir. Por ello le he llamado mi montaña sagrada de Foncalent. Igual que el nevado monte Fuji en el Japón, aunque mi montaña no tiene florida nieve en la cumbre, sino de diamantes, surgido del centro de la tierra. Estuvo debajo de mar por la abundancia de fósiles existentes y por encima navegaban ballenas y los defines hace millones de años.
Sé que hay otras montañas sagradas existentes y muchos otros lugares de La Tierra, pero no igual que esta maravilla. Pero la de Foncalent en Alicante es la mía, la que se ve desde cualquier parte de Alicante. Tiene un "Manu" un alma humana un espíritu que me da alegría.
Y siempre está ahí, tendida, dócil, cuidándonos como si sus hijos alicantinos fuéremos sus plantas, flores, corales, hijos, o no sé qué fuerza magnética tiene que para mí es sagrada. Nunca tiene el mismo color, unas veces es dorado, otras gris, y siempre guarda sobre sus lomas las puestas del Sol. Y otras veces se oculta en la niebla como una doncella para envolver con velos su bello rostro.
Colecciona crepúsculos, atardeceres como si fueran estampas mágicas y únicas.
Ramón Palmeral
14-05-2020
Desprendimietno en la cumbre.