Os traigo fotografías, sellos, numismática y Video arte.
Fotografía de mis viajes por Europa, paisajes, pueblos, monumentos, biodiversidad y naturaleza.
Filatelia de sellos de mi colección temática, os aseguro que algunos son auténticas obras de arte.
Numismática de monedas y billetes antiguos de banco y su historia. Fotografías de Alicante.
Por Ramón Palmeral (fotógrafo de instantáneas)
El espectacular (y poco conocido) yacimiento de la prehistoria que está en La Mancha
La
Motilla del Azuer es un yacimiento muy representativo de la Edad del
Bronce, dentro de una tipología de asentamiento único en la Prehistoria,
las motillas
Actualizado:La Motilla del Azuer (Daimiel, Ciudad Real) es el mejor representante de una tipología de asentamientos humanos, las motillas,
singulares y especiales dentro de la Prehistoria Universal. Reciben
esta denominación puesto que su abandono generó unos montículos
artificiales que destacaban en la llanura manchega.
Estos yacimientos se encuentran asociados a áreas fluviales, en este caso emplazado en la vega del río Azuer,
controlando y explotando un entorno que permitía el acceso a recursos
básicos, como el abastecimiento de agua subterránea, tierras potenciales
para su aprovechamiento agropecuario, o el control de bienes críticos
para estas sociedades.
La ocupación de la Motilla del Azuer se sitúa en el periodo denominado Edad del Bronce, (2200-1300 a.C.) con rasgos particulares definitorios en la Meseta Sur.
Además, constituye el enclave más estudiado de estas características, desde que comenzaron las excavaciones arqueológicas
en 1974. Estas investigaciones nos han permitido reconocer un monumento
patrimonial excepcional, razón por la cual ha sido catalogado como Bien
de Interés Cultural, con categoría de Zona Arqueológica.
Dos espacios diferenciados
Detalle del recinto interior de La Motilla del AzuerEn su conjunto se distinguen dos espacios diferenciados funcionalmente. El primero de ellos corresponde con un recinto interior fortificado,
integrado por una serie de murallas concéntricas en torno a una torre
central que protegían ámbitos donde se gestionaban, controlaban y
protegían un conjunto de recursos esenciales, así como actividades de
índole productiva, como el almacenamiento de grano, con grandes silos,
hornos, o el estabulamiento ocasional de ganado. Entre todos los
sectores de este entramado destaca por su complejidad el gran patio
trapezoidal que se sitúa al Este de la fortificación. En su interior se
ha documentado una estructura hidráulica que
abastecería las necesidades de agua del poblado, a través de una
construcción ejecutada con sucesivas plataformas y paramentos de
mampostería en forma de embudo, hasta alcanzar el nivel freático con una
profundidad de más de 20 m. Sus dimensiones y arquitectura la
convierten en el punto más espectacular de la Motilla del Azuer. Al exterior de este núcleo fortificado se emplazó el hábitat, en un radio aproximado de 50 m. Las viviendas
presentaron planta oval o rectangular, y estuvieron levantadas con
muros de tapial sobre pequeños zócalos de mampostería. En ocasiones
contaron con postes de madera embutidos. En esta zona también se
documentan grandes áreas abiertas dedicadas a actividades de
almacenamiento y trabajos productivos, localizadas en mayor porcentaje
en la zona septentrional, en las que se evidencia una significativa concentración de fosas y restos de hogares y hornos.
Las exhumaciones arqueológicas han permitido conocer elementos
materiales correspondientes a la vida diaria del poblado como cuencos,
cazuelas, vasos,…
La distribución de la necrópolis de la Motilla
del Azuer coincide mayormente con este espacio exterior, en el que los
difuntos se inhumaban en posición lateral flexionada, dentro de fosas
simples o revestidas por muretes de mampostería o lajas hincadas, que a
veces se adosan a los muros de las casa o a los paramentos exteriores de
la fortificación. Los individuos infantiles con cierta frecuenta fueron
enterrados en el interior de vasijas.
En suma, los diferentes
procesos de análisis y estudios metodológicos emprendidos en la Motilla
del Azuer han permitido definir un yacimiento representativo de la Edad
del Bronce en La Mancha, en el cual es posible comprobar el desarrollo
de una arquitectura monumental y compleja, resultado de unas capacidades
técnicas e ideológicas adquiridas por las gentes que habitaron este
territorio hace más de 3000 años. El recinto de la Edad del Bronce, en el corazón de La Mancha[Para visitar la Motilla del Azuer es necesario reservar una visitada guiada. Más información, aquí]
Moneda del año 766, de la colección Tonegawa, con la profesión de fe islámica. En el texto se lee que fue acuñada en Al Andalus.
Negar que hubo una invasión islámica en la península Ibérica en el
año 711 es un “fraude historiográfico”, una “barbaridad” que tergiversa
el pasado y que, sin embargo, suma cada vez más adeptos. La reciente
publicación de Fuimos árabes
(Almuzara, 2018), del islamólogo Emilio González Ferrín, un ensayo en
el que refuta la conquista musulmana de España, ha puesto en pie de
guerra a la comunidad internacional de historiadores y arabistas
especialistas en Al Andalus: “Los restos arqueológicos y literarios
demuestran que buena parte de la Península fue conquistada por la
intervención de unos contingentes árabes y bereberes que actuaban bajo
el Califato Omeya de Damasco”, afirma el historiador y arabista
Alejandro García Sanjuán.
El primero en plantear que la llegada del islam a la Península no fue
producto de la conquista protagonizada por árabes y bereberes a
principios del siglo VIII fue “el falangista Ignacio Olagüe, que trató
de demostrar que la raza española no estaba contaminada por los árabes”,
explica Eduardo Manzano, profesor de investigación del Instituto de
Historia del CSIC. Olagüe plasmaría sus ideas en el libro La revolución islámica de Occidente
(1974). Pero aquella hipótesis, “desdeñada” por la comunidad
científica, ha recibido en los últimos años un “renovado impulso”,
lamenta Manzano, autor, entre otras muchas obras, de Conquistadores, emires y califas. Los Omeyas y la formación de Al Andalus (Critica, 2011).
“Empieza a dar la sensación de que existen dos hipótesis: la primera,
que defiende la invasión islámica de la península Ibérica, y una
segunda, que niega que el origen de Al Andalus esté vinculado a esa
conquista”, protesta en una entrevista telefónica García Sanjuán,
profesor de Historia Medieval de la Universidad de Huelva y autor de La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado
(Marcial Pons Historia, 2013). Sin embargo, el arabista recuerda que
“la primera opción está avalada por la evidencia científica de manera
que, considerar que existen dos hipótesis sobre el origen de Al Andalus
es lo mismo que decir que existe la medicina y la homeopatía o el
evolucionismo y el creacionismo”.
Tumbas halladas en Nimes, con el cadáver enterrado según el rito musulmán.INRAP
Que Al Andalus fue una “sociedad árabe e islámica” cuyo origen se
encuentra “en la conquista del reino visigodo que ordenó el califato de
Damasco” no es “una cuestión de opinión” sino una evidencia científica a
la luz de las “pruebas arqueológicas”, sostiene también Eduardo Manzano
en conversación telefónica. Mientras que González Ferrín defiende que
“pensar que la España árabe dependía del califato de Damasco es un
relato bastante reciente del islam fundamentalista”, según afirmó en una
entrevista con EL PAÍS, Manzano señala que “los árabes que llegaron a
la Península eran musulmanes”, tal y como avalan los restos
arqueológicos.
Una de las pruebas que demuestran la vinculación entre la invasión de
la Península y el Califato Omeya, según apunta Eduardo Manzano, es El mural de los seis reyes
del castillo de Qusayr Amra, en Jordania, construido en el siglo VIII
por el príncipe omeya —y futuro califa— Al Walid II. En el fresco,
aparecen seis monarcas o líderes que se enfrentaron al islam: cuatro de
ellos tienen inscripciones en árabe y griego y los expertos los han
identificado como el emperador de Bizancio, el emperador persa Cosroes,
el negus de Abisinia (Etiopía) y el rey Rodrigo de España, derrotado en
el 711. Las otras dos figuras se atribuyen a un soberano chino y a uno
turco o hindú.
Fresco
de 'Los seis reyes', en el castillo de Qusayr Amra (Jordania). Entre
los seis monarcas figura Rodrigo, el último rey Visigodo.
Pero hay muchas más evidencias en las que se basan la comunidad de
historiadores y arabistas para atestiguar el origen islámico de Al
Andalus, como las monedas, los sellos de plomo, los papiros que
confirman que los contingentes árabes y bereberes llegaron a la
península Ibérica en barcos o los enterramientos de la época que siguen
el rito musulmán —el cadáver recostado sobre el lado derecho y con la
cara en dirección a La Meca—, como los hallados en Pamplona o en Nimes
(Francia) y cuyo origen norteafricano ha sido corroborado con pruebas de
ADN. “En las acuñaciones monetarias que realizan los propios
conquistadores aparece el nombre de Mahoma”, recuerdan García Sanjuán.
“El dinar transicional y bilingüe, en latín y árabe, que fue acuñado
en Al Andalus en el año 98/716 [el año 98 es del calendario musulmán],
según especifica la leyenda en árabe de su orla, reproduce en el área
central y en árabe la misión profética de Mahoma: Muhammad rasul Allah,
es decir, Muhammad es el enviado de Dios”, detalla María Antonia
Martínez Núñez, directora del Departamento de Estudios Árabes de la
Universidad de Málaga. Es solo uno de los muchos ejemplos que cita
Martínez Núñez, que también alude a los precintos de plomo: “Sin duda
alguna, los precintos de plomo hallados en Narbona (Francia), junto a
los procedentes de diversas zonas de la península Ibérica, constatan las
dos modalidades de la conquista del 711, por las armas y mediante
pacto, así como el reparto del botín o la imposición de cargas fiscales a
los sometidos. Esto precintos además proporcionan la más arcaica
documentación del uso del nombre Al Andalus y un buen número de ellos
consignan los nombres de los primeros gobernadores, como Al Hurr, Al
Samh, Anbasa ibn Suhaym, Abu l-Jattar”, explica en un correo
electrónico.