América
¿Dónde fue a parar la plata del Nuevo Mundo?
Un estudio científico aporta nuevos datos sobre las rutas que siguió la plata procedente de las minas mexicanas y las de Potosí
¿Qué ocurrió con toda la plata que extrajeron los españoles del Nuevo Mundo? Recientes estudios químicos realizados con antiguas monedas británicas han ayudado a resolver este enigma centenario, explica Science News.
México y Perú –en este orden– son los principales productores mundiales de plata. El hallazgo de sus riquísimas minas se produjo a mediados del siglo XVI, con la conquista del Nuevo Mundo. La plata se convirtió en una fuente de riqueza para la Corona española con el descubrimiento de los yacimientos de Potosí (hoy parte de Bolivia), en 1545, y Zacatecas, en 1546. Todas estas riquezas formaban parte de los imperios inca y azteca, que ya se encontraban en declive o completamente extinguidos. La minería fue una actividad capitalista que generó unos circuitos comerciales por todo el mundo. Según un estudio, la plata de las minas de México se incorporó a las monedas británicas a mediados del siglo XVI. Sin embargo, la plata procedente de las legendarias minas de Potosí, en el alto Perú, no se incorporó a éstas hasta casi un siglo después, según un artículo científico publicado en Geology.
El citado estudio científico aporta datos fidedignos a las teorías que vinculan la afluencia transatlántica de plata con la inflación de los precios que padecía Europa entre 1515 y 1650. Según esta investigación, algunos minerales como el oro y la plata contienen una huella química que permite establecer su lugar de origen. Los científicos Anne-Marie Desaulty y Francis Albarède, de la Escuela Normal Superior de Lyon, han analizado quince monedas británicas, de un período comprendido entre 1317 y 1640, para calcular sus variaciones de cobre, plomo y plata. En las monedas aparecen pocos indicios de plata de Potosí, que tiene una composición de plomo diferente a la del mineral mexicano. Según Desaulty, se trata de un hecho sorprendente, ya que en aquella época las minas de Potosí producían mucha más plata que las de México. Probablemente influyó un factor geográfico, esto es, resultaba más fácil enviar plata mexicana al este de Europa que trasladar la plata de Potosí por todo lo ancho de Brasil. Ésta fue en dirección oeste, desde Lima a Acapulco y de ahí a los mercados orientales de China (or el galón de Manila entre Acapulso y Filipinas), una ruta que no fue realmente importante hasta el siglo XVII.
En un estudio publicado el año pasado, Desaulty analizó monedas españolas y comprobó que contenían muy poca plata tanto de México como de Potosí hasta el siglo XVIII. Sin embargo, María Filomena Guerra, del Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia, en París, ha utilizado otra técnica para analizar los elementos químicos que aparecen en monedas españolas, francesas e italianas, y ha descubierto que la plata de Potosí llegó a España alrededor de 1570 y a Francia e Italia, en 1575. Es decir, llegó primero a España y posteriormente a otros países.
En definitiva, de los anteriores estudios se desprende que la plata procedente del Nuevo Mundo siguió diferentes rutas comerciales en función de la geografía y de la inflación de precios. Así, las monedas británicas se acuñaron, con toda probabilidad, con plata procedente de las minas de México, mientras que las españolas, francesas e italianas lo hicieron, principalmente, con plata procedente de los yacimientos de Potosí.
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Las monedas de plata hispanoamericanas que enriquecieron a China
Si estáis algo familiarizados con la historia de China, es posible que os suene aquello de que el Imperio Chino tardío apenas tenía interés por otro producto ofrecido por las potencias occidentales que no fuese la plata, lo cual hizo que los británicos, grandes consumidores de bienes made in China, optasen por la introducción forzosa del opio como vía para equilibrar la balanza comercial a su favor.
Sin embargo, en lo que muchos no caen es que buena parte de esa plata llevaba ya mucho tiempo viajando a China en forma de monedas de las grandes potencias históricas en el sector de la acuñación, entre las que destacaron el Imperio Español y más tarde México. Efectivamente, la mayoría de las monedas de plata extranjeras que circularon por China desde el Siglo XVI (en el Galón de Manila) hasta comienzos del Siglo XX eran de origen hispanoamericano y llevaban grabadas sobre su superficie la cara de Carlos III, Carlos IV o Fernando VII, y también la legendaria águila mexicana.
Ahora bien, la mayor parte de dicho metálico fue acuñado en España, sino en tierras mexicanas y llegó a China cruzando el Océano Pacífico y a través de Filipinas. De hecho, México contó con una Casa de Moneda ya desde 1535, donde se producían reales de a 8 con un peso de 27,5 gramos, de los cuales al menos un 90% eran de plata.
En China han aparecido monedas con los nombres de Carlos I y Juana I (“la loca”), probablemente procedentes de México y traídas de manos de los portugueses antes de la primera mitad del Siglo XVI. No obstante, este tipo de transacciones no fueron tan habituales hasta pasado el año 1683, cuando el Imperio Chino levantó la prohibición del comercio ultramarino y el flujo de comerciantes llegados de allende los mares comenzó a dejar cada vez más monedas extranjeras.
Dada su privilegiada posición en el comercio mundial y su valor estandarizado, los reales de a 8 llegados de México destacaron desde comienzos del Siglo XVIII y llegaron a ser tan codiciados que su precio de circulación superó al precio de su cantidad real de plata, especialmente en el caso de los que llevaban impreso el rostro de Carlos IV (abajo).
Ahora bien, quizás haya que matizar eso de que mostraban los rostros de la monarquía española, ya que muchas fueron reselladas en casi cada banco y establecimiento chino por el que pasaron. No en vano, al principio los mercaderes chinos no se fiaban demasiado de este medio de intercambio llegado de tierras tan lejanas, por lo que las monedas requirieron las marcas de diversas autoridades económicas locales para llegar a ser aceptadas.
Así pues, después de muchos años circulando de bolsillo en bolsillo y de tienda en tienda, los reales de a ocho quedaban irreconocibles, y en algunos casos incluso terminaban divididos en pedazos de plata que no dejaban de perder su valor en peso.
Después de la independencia mexicana y a medida que la demanda de productos chinos como la seda, el te o la porcelana aumentaba, los comerciantes extranjeros recurrieron al peso mexicano para poder realizar sus transacciones. De hecho, aunque puede que muchos se hayan olvidado ya de ello, los pesos mexicanos también fueron ampliamente utilizados en los Estados Unidos de América desde su independencia y hasta el año 1857, y también fueron los primeros en mostrar el famoso signo $.
Aunque al principio hubo ciertas reservas hacia las nuevas monedas acuñadas en México, no tardaron en ser aceptadas y ganar popularidad. Para el año 1853 ya habían sustituido totalmente a las monedas españolas en Cantón y en 1857 ocurrió tres cuartos de lo mismo en Shanghai. A partir de 1860, los pesos mexicanos inundaron el país y se extendieron por Hong Kong, Japón, Corea, Singapur y Malasia. Entre 1870 y comienzos del Siglo XX, comenzaron a circular más monedas de plata procedentes de Japón, los Estados Unidos, Hong Kong (vía británica) y Francia, hasta sumar un total de unos 1.100 millones, de las cuales un tercio eran mexicanas.
Por su parte, los propios chinos contaban con una especie de lingotes de plata llamados yuanbao (元宝) que se venían utilizando como medio de intercambio desde el Siglo III AEC. Durante la última dinastía (1644-1912), estos lingotes se presentaban en unidades de 1, 5, 10 y 50 taeles de oro o plata (1 tael= unos 40 gramos) y buena parte de ellos también había sido elaborada con plata proveniente de otros países.
Para que nos hagamos una idea de la cantidad de plata que llegó a China a través de sus rutas de comercio, según ciertos historiadores chinos, ya entre los siglos XVI y XVII, el país asiático se hizo con entre 7.000 y 10.000 toneladas de este metal, lo que suponía alrededor de un tercio del total producido en todo el mundo durante el mismo periodo. No olvidemos que a comienzos del Siglo XVII la economía China abarcaba alrededor de un 45% de la economía global y que ella sola superó a Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y Rusia juntas hasta comienzos del Siglo XIX.
Sin embargo, como he sugerido al principio, los avances industriales de las potencias europeas tampoco lograron desestabilizar la economía china, ya que esta no desarrolló una verdadera demanda hacia sus productos, mientras que en Europa se seguían consumiendo cada vez más productos chinos. Finalmente, fueron las armas, el opio y las prácticas de dumping de productos textiles, entre otros factores, los encargados de dar un giro a favor de Occidente.
¿Cómo hubiese evolucionado la economía china de no haberse visto víctima del imperialismo? Desde luego, el país contó con plata de sobra como para comenzar a comprar tecnología e industrializarse. Pero ya sabemos que los conocimientos tecnológicos se abaratan con el tiempo, mientras que la plata sigue siendo plata, venga de donde venga.